sábado, 7 de noviembre de 2009

Here...

Hoy es un sábado de esos que me encantan, estoy en donde me gusta estar, desayunando rodeada de libros, unos deliciosos huevos rancheros "bañados" (no es albur), y un café rico, rico!... hace una semana decidí dejar de fumar, pensé que me iba a ser más difícil, que la ansiedad me iba a consumir, pero no ha sido tan terrible después de todo, solo que hoy no pude resistirme pues estoy en la sección de fumar y le he pedido un cigarro al señor de la mesa de enfrente, que también está viendo su laptop y escribiendo, al igual que yo.

Pinche vicio, carajo! ha estado ahí conmigo desde que nací, mi mamá, mi papá, mis abuelos, mis tios, mis primos, todos han encendido cientos de cigarros desde que tengo uso de razón, el aroma es distinto (en realidad es bastante feo, lo se) uno en particular me recuerda cuando tenía unos 5 años e iba en el coche con mi papá, para mí el manejaba muy bien, años después, me di cuenta que en realidad no era tan cierto.

Cuando mi mamá se sentaba en la mesa del comedor con una libreta a escribir con su envidiable letra, interminables listas de gastos, un café y un cigarro, también olía diferente. Otro olor era cuando mi abuelo fumaba en silencio, pellizcándose un lunar que tenía en la mejilla una y otra vez, sin hablar, cuando estaba preocupado por algo. También recuerdo cuando se podía fumar en los antros y saludaba a alguien que olía a una mezcla de loción y cigarro, era otra sensación y olor muy diferente. Mi abuela suele encender los cigarros en la estufa, así con la mano, sin acercarse al fuego, lo que hace que el cigarro esté negro en la punta, todo chamuscado.

Mis momentos favoritos para encender un cigarro eran cuando, en vacaciones me ponía a cocinar toda la mañana, me sentaba a picar cebolla, pimientos, asar chile poblano, ajo e iba poniendo todo en platitos, mientras estaba algo en el fuego cociéndose, con alguna música de fondo (de esas "raras" que me gustaban y que no compartía con nadie de mi edad), encendía un cigarro y lo disfrutaba muchísimo.

En algún café con amigas, de esos que duraban 3 o 4 horas y que la conversación era tan disfrutable como el café y los cigarros que encendíamos. Y que decir de acompañar una copa de vino o un tequilita con el cigarro, cuando tenía nervios de algo, cuando estaba enojada o discutiendo con alguien, también recuerdo algunos funerales, muchos de los asistentes encendíamos uno tras otro, con la boca seca, con el dolor de cabeza y las lágrimas secas en la banqueta afuera de la funeraria.

Las señoras de la mesa de al lado llevan en este rato unos 3 o 4 cigarros cada una, afortunadamente para mí... ya fue suficiente.